La música de nuestra infancia


María Elena Walsh le puso música a la infancia de todos los argentinos desde fines de los años ’60.

Creo que la suya fue una verdadera revolución en la manera de hablarles, cantarles y contarles cuentos a los chicos (nunca un tonito didáctico y estúpido de maestra de escuela corta de miras). Sus cuentos, canciones y obras de teatro apelaron a la inteligencia de los chicos, jugaron con los lugares comunes y desempolvaron la mirada poética de todas las edades.

«Manuelita, la tortuga» es quizás su canción infantil más famosa.


Manuelita, la tortuga

Manuelita vivía en Pehuajó
pero un día se marchó.
Nadie supo bien por qué
a París ella se fue
un poquito caminando
y otro poquitito a pie.

Manuelita, Manuelita,
Manuelita ¿dónde vas?
con tu traje de malaquita
y tu paso tan audaz.

Manuelita una vez se enamoró
de un tortugo que pasó.
Dijo: –¿Qué podré yo hacer?
Vieja no me va a querer.
En Europa y con paciencia
me podrán embellecer.

Manuelita, Manuelita,
Manuelita ¿dónde vas?
con tu traje de malaquita
y paso tan audaz.
En la tintorería de París
la pintaron con barniz.
La plancharon en francés
del derecho y del revés.
Le pusieron peluquita
y botines en los pies.

Manuelita, Manuelita
Manuelita, ¿dónde vas?
con tu traje de malaquita
y tu paso tan audaz

Tantos años tardó en cruzar el mar
que allí se volvió a arrugar
y por eso regresó
vieja como se marchó
a buscar a su tortugo
que la espera en Pehuajó.

Manuelita, Manuelita,
Manuelita ¿dónde vas?
con tu traje de malaquita
y tu paso tan audaz.

Si entre amigos de variadas edades nos ponemos a recordar su obra, pronto se nota que todos compartimos el mismo cariño por algunas o muchas de sus canciones. El año pasado una excelente obra de teatro infantil, María Elena, del grupo La Galera Encantada, se basó justamente en esta idea: recordar sus canciones, descubrir las preferidas e imaginar qué motivó su creación. Aquí hay una nota de Ruth Mehl, nuestra mejor crítica de teatro infantil, sobre ese espectáculo.

Es muy difícil elegir unas pocas canciones para mostrar lo más característico de María Elena Walsh. Depende del estado de ánimo y del momento en nuestras vidas en que las recordamos. Hoy me parece una buena idea «Don dolón dolón», que se presenta como una adivinanza jugando con una imagen. A ver si adivinan de quién…


Don dolón dolón

Duermo en el aljibe
con mi camisón apolillado,
don dolón dolón,
duermo en el aljibe con mi camisón.

No son las polillas,
son diez mil estrellas que se asoman,
don dolón dolón,
por entre los pliegues de mi camisón.

Cuando sale el sol
tengo que meterme en el aljibe,
don dolón dolón,
duermo en el aljibe con mi camisón.
Cuando yo aparezco,
todos duermen y la araña teje,
don dolón dolón,
salgo del aljibe con mi camisón.

A ver si adivinan,
a ver si adivinan quién es esta,
don dolón dolón
que está en el aljibe con su camisón.

También «El show del perro salchicha» que es quizás una muestra insuperable de cómo María Elena Walsh esquivó los convencionalismos de los relatos y canciones infantiles que, en general, si se salvan de ser aburridos serán indefectiblemente edificantes. La absurda e hilarante historia, repleta de rimas sorprendentes y de giros inesperados, termina con una falsa moraleja. O no, mejor dicho, con una moraleja verdadera y atendible, pero que se desvía de los cauces tradicionales.


El show del perro salchicha

Perro Salchicha, gordo bachicha,
toma solcito a la orilla del mar.
Tiene sombrero de marinero
y en vez de traje se puso collar.

Una gaviota medio marmota,
bizca y con cara de preocupación
viene planeando, mira buscando
el desayuno para su pichón.

Pronto aterriza porque divisa
un bicho gordo como un salchichón.
Dice “qué rico” y abriendo el pico
pesca al perrito como un camarón.

Perro salchicha con calma chicha
en helicóptero cree volar.
La pajarraca, cómo lo hamaca
entre las nubes y arriba del mar.

Así lo lleva hasta la cueva
donde el pichón se cansó de esperar.
Pone en el plato liebre por gato,
cosa que a todos nos puede pasar.
El pichón pía con energía, dice:
–Mamá, te ha fallado el radar;
el desayuno es muy perruno,
cuando lo pico se pone a ladrar.

Doña Gaviota va y se alborota,
Perro Salchicha un mordisco le da.
En la pelea, qué cosa fea,
vuelan las plumas de aquí para allá.

Doña Gaviota: ojo en compota.
Perro Salchicha con más de un chichón.
Así termina la tremolina,
espero que servirá de lección:

El que se vaya para la playa
que desconfíe de un viaje en avión,
y sobre todo haga de modo
que no lo tomen por un camarón.

Los animales siempre ocupan un lugar importante en la poesía de María Elena Walsh; aparecen en muchísimas de sus canciones. Además de las mencionadas, todos recordamos al Gato que pesca sombreros, se disfraza y termina llevándose preso a sí mismo, porque disfrazado con gorra de la policía oyó la denuncia contra un gato ladrón… La Vaca estudiosa que decide ir a la escuela en la Quebrada de Humahuaca… A Osías, el osito en mameluco que va a un bazar y encuentra cosas maravillosas para comprar… Al Mono Liso que amaestraba una naranja para bailar el twist… en fin, la lista sería inmensa.

Y aquí no podemos olvidar la colección de poemas Zoo loco que tiene a los animales como únicos protagonistas. No son canciones, pero es digno mencionarlas porque nos hablan de la feliz dependencia de María Elena Walsh con el nonsense inglés de sus raíces familiares. Este libro es una colección de coplas que intentan remedar los limericks y recuperar en clave infantil el humor de los ingleses (que son "personas muy serias pero muy aficionadas a decir disparates" como explica en el prólogo). Estas historietas, como ella las llama, son absolutamente absurdas y deliciosas en el ritmo de sus versos largos y cortos con rimas que conjugan lo cotidiano con lo inesperado. Sólo dos ejemplos

Un día, por la calle Carabobo
se pasea una nena con un globo.
De pronto da un traspié
y todo el mundo ve
que no es Caperucita, sino el lobo.
Hace tiempo que tengo una gran duda
hay una vaca que jamás saluda,
le hablo y no contesta.
Pues bien, la duda es esta:
¿será maleducada o será muda?


En El Reino del Revés el nonsense se hace explicito en esa mirada subversiva de la realidad que es tan típica del mundo de María Elena Walsh. Un mundo imaginario, travieso y juguetón, pero muy profundo y verdadero también porque está hecho de versos que acarrean múltiples sentidos y promueven varios niveles de interpretación.



El reino del revés

Me dijeron que en el Reino del Revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen yes
porque estudian mucho inglés.

Vamos a ver como es
el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez
y que dos y dos son tres.

Vamos a ver como es
el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés
y que un año dura un mes.

Vamos a ver como es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
hay un perro pekinés
que se cae para arriba y una vez
no pudo bajar después.

Vamos a ver como es
el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés
un señor llamado Andrés
tiene 1.530 chimpancés
que si miras no los ves.

Vamos a ver como es
el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del marqués
en caballos de ajedrez.

Vamos a ver como es
el Reino del Revés.

Podríamos seguir hasta el cansancio hablando de María Elena Walsh y sus obras. Sus cuentos, sin duda nos ocuparían bastante espacio, pero es mejor no aburrir a los gentiles lectores. Si bien es más lo que ha quedado fuera que lo que ha entrado en esta reseña, no quisiéramos dejar de enfatizar la gran influencia que ella tuvo para varias generaciones de chicos argentinos (sería bueno saber si esto alcanza también a nuestros países vecinos)

Para terminar, les dedico esta canción a los esmerados jardineros húngaros.



Canción del jardinero
(cantado aquí por León Gieco)

Mírenme, soy feliz
entre las hojas que cantan
cuando atraviesa el jardín
el viento en monopatín.

Cuando voy a dormir
cierro los ojos y sueño
con el olor de un país
florecido para mí.

Yo no soy un bailarín
porque me gusta quedarme
quieto en la tierra y sentir
que mis pies tienen raíz.

Una vez estudié
en un librito de yuyos
cosas que yo sólo sé
y que nunca olvidaré.

Aprendí que una nuez
es arrugada y viejita
pero que puede ofrecer
mucha, mucha, mucha miel.
Del jardín soy duende fiel;
cuando una flor está triste
la pinto con un pincel
y le toco el cascabel.

Soy guardián y doctor
de una pandilla de flores
que juegan al dominó
y después les da la tos.

Por aquí anda Dios
con regadera de lluvia
o disfrazado de sol
asomando a su balcón.

Yo no soy un gran señor,
pero en mi cielo de tierra
cuido el tesoro mejor:
mucho, mucho, mucho amor.

2 comentarios:

Studiolum dijo...

anna comentó en la versión húngara:

estos son muy cariñosos, Julia. ¡Y el Perro Salchicha es fenomenal! Studiolum tendría que buscar un editor para ellos [es a decir, para la traducción húngara].

Julia dijo...

Hoy a la madrugada murió Ruth Mehl –aquí mencionada y citada– quien no sólo fue nuestra mejor crítica de teatro infantil sino también la madre mi mejor amiga. La vamos a extrañar mucho, pero nos quedamos con la alegría de haberla conocido y haber podido disfrutar de su cariño.